(Aportación
de nuestra amiga Angélica García Schneider)
El
que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el
bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que
abunda en el corazón habla la boca. Lucas 6:45
En
un pueblo, gobernaba un hombre famoso por sus abusos de autoridad y su
desprecio hacia las clases más humildes. Con frecuencia hacía
fiestas a las cuales invitaba sólo a la gente más acaudalada
de la localidad, gente como él, indiferente a las necesidades de
los pobres.
Un
día llegó al pueblo el señor Freyman, un empresario
muy rico, quien pensaba instalar una gran industria en el lugar, lo cual
significaría un gran progreso y fuentes de trabajo para los lugareños.
El mismo gobernador fué a recibir al empresario, le ofreció
su casa y lo acompañó a ver el terreno.
Esa
noche, ofreció una fiesta en su honor, en donde, como siempre se
reuniría la crema y nata del pueblo.
Estaban
en medio del banquete, cuando a un mozo se le cayó una bandeja con
vasos, haciéndose trizas en el suelo, justo enfrente del gobernador
y su invitado.
¡Pero
que no te fijas imbécil?- le gritó el gobernador al muchacho,
quien muy asustado procedió a recoger los vidrios. El hombre no
cesó de insultarlo, hasta que terminó de recoger todo. El
empresario se quedó observando la escena, muy conmovido y también
indignado, pero lo disimuló.
Después
que se hubo ido el muchacho, se dirigió al gobernador: - Señor
gobernador...¿le puedo hacer una pregunta? - Por supuesto, mi estimado
señor Freyman- respondió zalamero el gobernador. - ¿Si
esos vasos se me hubieran caído a mí, qué hubiera
pasado?, ¿me habría usted insultado como lo hizo con ese
pobre muchacho?
El
gobernador se turbó por la pregunta y respondió: - ¡Por
supuesto que no señor Freyman, cómo cree! - ¿Y por
qué no? También se hubieran roto los vasos. - Pero no es
lo mismo...¡cómo iba yo a ofenderlo a usted! - Ah, ¿y
por qué a ese muchacho sí? - Pues... es solo un indio...
un desarrapado... - Es un ser humano, igual que usted, igual que yo- declaró
firmemente el empresario. - ¡Pero cómo se va a comparar con
nosotros ese pobre diablo! - Ese pobre diablo, como usted lo llama, merece
respeto y consideración. El hecho de no poseer bienes, no hace a
un hombre menos merecedor de estos.
Las
palabras del empresario se escuchaban claras y decididas en el comedor,
pues todos los invitados se habían quedado en silencio, asombrados,
viendo como el gobernador, era avergonzado por su invitado de honor.
¡Ah
que señor Freyman, me resultó usted predicador!- trató
de bromear el gobernador, para disimular su malestar.
No,
señor gobernador, estoy hablando muy en serio.
Bueno,
pero no es para tanto jeje...
Pues
quiero que sepa, que yo fuí como ese muchacho, yo servía
mesas en la taberna de mi pueblo...
¿Pero
cómo es posible?
Así
es, señor gobernador. Yo vengo de una familia muy pobre, empecé
a trabajar desde los doce años. No le voy a contar mi historia,
pero quiero que sepa que porque he estado abajo, sé cómo
se siente ser tratado como usted ha tratado a ese muchacho. Y una cosa
le aseguro, yo soy la misma persona, ahora que tengo dinero, que cuando
no lo tenía y eso, gracias a los valores que me enseñó
mi madre. Porque el hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es.
Hay muchos ricos que no valen nada y muchos pobres que valen oro. Todos
nacemos igual: sin nada y todos morimos igual: sin nada. No importa si
en este mundo fuimos ricos o pobres, cuando lo dejamos, nada material nos
llevamos. Todos nos hemos de presentar ante Dios de la misma manera, para
El somos todos iguales, así que si para El somos todos iguales,
¿quiénes somos nosotros para hacer diferencias?
El
empresario terminó de hablar y calmadamente prosiguió con
su cena, dejando a todos consternados y pensativos, especialmente el gobernador,
quien esa noche había recibido la lección más grande
de su vida.
Porque
no hay acepción de personas para con Dios. Romanos 2:11